jueves, 28 de abril de 2011

burning the heaven

El mundo se estaba derrumbando y no tenía a donde correr, tus brazos estaban cerrados a esas horas de la noche, obviamente no me abrirías, y mucho menos suponiendo que ya estaba vetado de ese establecimiento.
Mi sombrilla débil y aferrada a mi mano me protegía con gran esfuerzo y decisión, pero la corriente de aire estaba en contra de su permanencia junto a mí, quería verme totalmente desprotegido, y así, de un tajo, borro de mi presencia el objeto tan preciado de protección que tenía en ese momento.
Muy bien, no tenía a donde correr, todo se estaba cayendo a pedazos, lenta, ilógica, e incluso cálidamente. Frente a mí, había un destello de luz, parecían ser tus ojos, pero no, era solo un auto que arrojo un poco de agua de la calle hacia mí, y el mundo se seguía derrumbando, imposible detener el cielo, rojo, tan rojo que en su momento creí que estaba ardiendo, pero no, solo se caían en pedazos, parecía que Dios tomaba un pedazo de él, y lo arrojaba contra mí con gran furia, y yo, no tenia donde refugiarme, a donde correr.
Largos caminos semejaron tus labios, e incluso intente saborearlos un poco, pero no, era el frio suelo en mi cara, ¿Qué me estaba pasando? Pues que el mundo se estaba cayendo sobre mí, y mis humanas piernas no eran capaces de soportar tanto peso, mi humanidad no era capaz de soportar tanto, y tú no estabas ahí para ayudarme a detenerlo, el mundo estaba encima de mí, y no tenía como cargarlo.
Momentáneamente un poco de fuerzas me habitaron y me levantaron de mi pobre condición, mas no nacían de mí, sino de algunos cuantos ángeles que descendieron a ayudarme, obviamente yo no podría solo, inmediatamente se desaparecieron, y al mismo tiempo apareciste tu, parece que intentaban ayudarme para que no me vieras en tan triste estado. De la humedad de mi ropa, en caso de que te acercaras y preguntaras, culparía a la lluvia, de la suciedad de mis ropas al auto que me había bañado hace unos instantes, y de la humedad de mi rostro, al agua. Me miraste indefenso, te acercaste, y una plática bajo la lluvia empezó, y aun espero el desenlace, espero saber en que terminaremos tú y yo, una vez que la lluvia pase.

viernes, 22 de abril de 2011

senderos de salvación, capitulo 3, soledad

-¿Qué haces?- escuchaba una y otra vez – ¿A dónde vas?- volvía a escuchar. Esas voces me estaban ahogando – ¿Por qué lo hiciste?- ¿y qué jodidos querían? ¿Provocadas por mi paranoia? ¿Por mi histeria? Algo definitivamente me estaba siguiendo, voces y labios inmóviles por todas partes ¿de dónde coños provienen las voces, de donde coños? ¿Y de quien son a todo esto? – ¡Enzo!- no dejaban de sonar, de aturdir, de acosar. Intento escapar, corro con todas mis fuerzas – ¡te suicidaste Enzo!- ¡yo no me suicidé, y no hice nada para estar aquí! -¡Enzo!- gritaban las voces con fuerza, y mientras corría chocaba mis hombros con los demás, y me miraban raro, extrañados, molestos. Estaba en ese lugar, mas no pertenecía a él, nadie siquiera me podía entender, les parecía anormal a quienes me rodeaban, mientas ellos me parecían ridículos a mí. Quería explotar, gritar, escapar, o por lo menos callar esas voces, mas parecía que no debía escapar. Algo me mantenía prisionero de mi nueva condición, y a ese algo, ahora no me podía negar, ¿pero qué demonios era? Me enfermaba, me mataba sin matarme, no me dejaba ser libre, aun suponiéndose que ahora debía serlo, la muerte no me dejaba vivir –aquí, aquí- eran las voces de quienes algún día dañé, mis oídos ensordecieron a ellos durante mi vida, pero se aturdieron cuando mi muerte llegó.
Y arto, exhausto, débil de correr y no conseguir el escape, me tiré al suelo de rodillas, mis ojos se desmoronaron en llanto, y mis manos cicatrizadas hacían lo posible por tapar mis oídos para no escuchar, más las voces estaban dentro de mi cabeza, no las podía callar. ¿A cuántos dañé? A demasiados, ¿Por qué? No tengo ni la menor idea, mi ego era demasiado grande, cuando tenía gente a mí alrededor, pero al estar solo, no era nada, era solo un despojo, un supuesto suicida que no le importaba a nadie. Las voces siguieron, en cuanto entendí que no se callarían, no pude evitar sentirme solo, indefenso. Cerré con fuerzas mis ojos, me puse de pie, y sin mirar, solo pensando en el dolor que me consumia, empecé a correr, como suponiendo que lograría llegar a algún lado donde descansar, choque con alguien.
- ¡cuidado!
Corrí sin fijarme al frente, era Klark. Me derrumbó.
- cuidado, ¿estás bien?- preguntó como siempre muy sonriente.
- sí, estoy bien- me ayudó a levantarme.
-te desviaste demasiado del ala a la que vas, corriendo sin rumbo jamás llegarás.
- lo he notado, no me agrada este lugar.
- así es al principio, después te acostumbras.
-tengo que- contesté con un toque de resignación.
- pues bueno, tienes un largo camino por recorrer, hasta luego.
- espera -interrumpí su caminar- no conozco este lugar, ¿te gustaría acompañarme?
- claro.
Aun no sé si fue por la hipocresía, no sé si fue la necesidad de compañía, no sé si era el miedo que me recorría, o simplemente la necesidad de alguien a mi lado lo que me impulsó a pedirle su compañía, pero lo que sé es que esa persona que antes me parecía torpe y molesta, ahora era mi único amigo, y mi salvador de la locura.
-no puedo creer que este sea el lugar donde se parte al cielo o al infierno.
-para la mayoría es difícil entenderlo, no es lo que imaginamos cuando estamos vivos, tal vez esperabas algo con velas, o nubes a tu alrededor, demasiadas cosas, pero nunca una estación de ferrocarril. Nos parece tonto, pero lo realmente tonto es crearse expectativas de lo que no conoces. No deberíamos crearnos expectativas de Dios, es un misterio.
-¿crees en Dios?
- ¿crees tú en Dios?-cuestionó al mismo tiempo en que respondía mi pregunta.
- pues…nunca creí en El, hasta ahora, digo, si la vida después de la muerte existe, es porque Dios  habrá de existir, y por tanto, también el demonio.
- entonces, ¿crees en Dios mas por conveniencia que por convicción?
- creo en lo que los hechos me dejan creer.
-  Pues te espera una pequeña eternidad, ya sea aquí, o en el infierno.
- por lo que veo tienes mucho sin tratar con humanos realmente.
- no debí de hacer ese comentario, por lo que te pido disculpas, pero Dios solo acepta a quienes tienen fe en El, y eso no solo lo dice la biblia, o la iglesia, sino también las reglas que ahora nos dominan.
- eres muy alentador.- dije sarcásticamente.
- pues honestamente dudo que te manden al paraíso si en vida no creíste en Dios y ahora lo haces porque te conviene.
- todo mundo cree solo en lo que le conviene, quienes en vida creen en Dios, es porque necesitan alguien a quien responsabilizar de las cosas que suceden en sus vidas porque no son capases de responsabilizarse de sus actos. Además, en vida fui una persona muy justa, nunca pequé ni hice daño a nadie.
- ¿estás seguro?
- si- dije sin pensarlo dos veces, pero regresó a mí el recuerdo de mi pasaje anterior donde recordaba lo hipócrita que era, hice daño a alguna gente, ¡pero todo mundo lo hace! Además, obviamente no confesaría eso a Klark.
- pues, si te sientes tan seguro de obtener el cielo, te deseo suerte.
- ¿Y tu porqué no has ido al cielo si crees en Dios?- creí que había ganado la partida, no debería tener como contestar eso, no fue así.
-Es simple, porque el creer en Dios no significa estar salvado, una cosa es creer en Él, y otra que solo por eso nos vaya a salvar, de nada te sirve la fe si no tienes las acciones. La gente tiene esa idea errónea de que si cree está salvada y por eso puede hacer lo que se le venga en gana; otros tantos creen que si crees en Dios, debes ser un hombre o mujer santo, que blasfemia tan grande por parte del mundo, que contradictorias maneras de pensar, irónicamente así es como sucede y no habrás de negarlo, el que crea en Dios no significa que sea un santo, como te digo, se debe complementar con acciones.
-entonces ¿cometiste muchos pecados en vida?
- como tú mismo me lo dijiste, eso no es asunto tuyo- después de eso, soltó una sonrisa socarrona. Obviamente quede cayado.
Después de un largo camino, me di cuenta que ninguna de las sensaciones humanas las sentía aquí. Ni hambre, ni sueño, ni nada que se le pareciera.
-oye- pregunte a Klark-¿aquí no hacemos nada que no sea caminar?
-¿a qué te refieres con eso?
-pues sí, no he sentido hambre, ni sueño, nada de eso.
-ha ha, la respuesta es muy simple, estás muerto, aquí no sientes hambre, ni sueño, porque esas son cosas que se necesitan para vivir, solo puedes sentir dolor, dicen que el dolor sirve para recordar que estamos vivos, mentira, sirve para recordar lo que se siente estar vivo una vez que lo has olvidado.

martes, 12 de abril de 2011

senderos de salvación, capitulo 2, el oxipodium

¿Una estación de tren es lo suficientemente espiritual como para hablar del lugar donde se define el resto de tu eternidad? ¿Acaso esto no era lo suficientemente ilógico ya?
Así es, mi paradero era una estación de tren demasiado antigua, con grandes ventanales por los que entraba una luz demasiado pura y especial, diferente a cualquier luz, cegadora en su poder, aliviadora en su esencia. Había también escaleras y pasillos que guiaban a cualquier parte salvo el exterior.
Caminé a lo largo de ellos demasiado tiempo buscando una salida, que jamás encontré, caminé por lo menos 2 horas sin poder llegar a ningún lugar más que andenes, salas de espera, y más pasillos, y una multitud enorme, gente con una imagen que siendo sinceros era demasiado depresiva, todos caminando con la mirada perdida, algunos rostros reflejaban tristeza, otros impotencia, otros ni siquiera eran capaces de reflejar algo, solo caminaban sin dar importancia a los demás.
Empecé a desesperarme, y decidí para poder entretenerme, buscar el ala a donde me mandó Leidenschaft.
-disculpa –intenté preguntar -¿podrías decirme donde está la sala h135?
Del sin fin de entrevistados, a lo mucho se dignaban a mirarme a los ojos, nadie estaba dispuesto a contestar, me senté en una banca y me detuve a meditar un poco. ¿Qué era lo que sucedía? Definitivamente no podía explicarlo, y empecé a creer eso de haber muerto, el sueño había durado ya demasiado tiempo. Pero definitivamente algo jamás paso por mi cabeza como una idea concebible: haberme suicidado. Leidenschaft tenía razón respecto a la razón de mi matrimonio, el amor no era lo fundamental. Pero aun así no me suicidaría, cazarme no era tan pésimo como para hacer algo así, y definitivamente, si en mi peso estaba el resignarme a haber muerto, jamás me resignaría a haberme suicidado, no tenía motivos.
Empecé a enfrentar un duelo interior donde la pérdida que sufría era la de mi vida misma. Entre en pánico, y me empezó a invadir un poco de euforia e ira cuando mi mente intentaba decir “es cierto, estás muerto” pero esas palabras no debían salir de mi interior, aun tenía un poco de convicción de que era un sueño.
-hola hombre, eres nuevo, ¿verdad?
Escuche una voz, la primera voz humana que escuché en ese lugar.
-sí, lo soy.
-bienvenido al oxipodium, mi nombre es Klark – dijo mientras me extendía su mano, la estreché con pocos ánimos – es fácil notar cuando alguien es nuevo, aun conservan algo de vida, y su mirada refleja la poca resignación a la muerte.
-no creo que alguien se pueda resignar a eso.
-no, al principio no. Es difícil, y más estando solo, en este lugar todos están solos, es lo más conveniente.
-¿y si es lo más conveniente porque te acercas a mi? –comenté esperando que se alejara de mí.
-porque necesitas ayuda, y puedo notar que tu solo jamás podrás salir de aquí, algunos duran demasiado tiempo buscando algo, este lugar es horrendamente grande.
-ya lo noté.
-¿Cuál es tu nombre?
-Enzo
-Enzo –repitió –un nombre agradable. Mi nombre es Klark.
 -Que bien. –creo haber hecho notar que no me interesaba mantener una plática con él, aun así insistió.
-¿y cómo moriste?
-¿acaso te importa?
-si no me importara no lo estaría cuestionando.
-y si te quisiera contestar ya lo hubiera hecho.
-ha, tranquilo hombre, no pasa nada, esto apenas comienza para ti, poco a poco te acostumbrarás.
-no intento acostumbrarme, no le veo el punto a acostumbrarme.
-pues si no te acostumbras no podrás seguir el paso de este lugar, y créeme que puede ser muy pesado. ¿A qué ala caminas ahora?
-a la h135.
-pues si quieres yo puedo guiarte.
-no, no me interesa socializar, no me interesa estar aquí un largo tiempo. Me interesa despertar.
-jajá no se puede despertar de la muerte.
-pues yo no estoy muerto.
-eso es lo que todos creemos al llegar aquí, después te parecerá incluso consoladora la idea de haber muerto.
-¿consolador? ¿Crees que esto me puede parecer consolador?
-¿en serio te parece tan mala la idea de morir? –este comentario fue lo más estúpido que en vida, o muerte, o cualquiera que fuera mi estado, había escuchado. ¿A alguien le puede parecer una buena idea morir? Tal vez a los suicidas, pero a mí no, ni siquiera siendo culpado de suicidio, ¡eso era estúpido!
-¿crees que me puede parecer grato morir? ¿Quieres saber que me parece morir? -exploté- ¡pues te diré que la muerte me parece sensacional! -no pude evitar el sarcasmo- sobre todo en la parte donde caí al suelo frente a mi novia, supuestamente suicidado, introducen un tentáculo por mi uretra, me dicen que me suicidé justo dos días antes de casarme, busco una puta sala que no encuentro y tengo que lidiar con un idiota que es insensible y se pone feliz por ver a otro humano en vez de pensar en la familia que dejó en la tierra, estoy pasándolo de lo mejor, ¿no lo ves? Entonces ve a hacerle preguntas estúpidas a algún otro idiota que también piense que morir es lindo.
- ¿hace cuanto tiempo moriste?-preguntó ya con un tono de intriga.
- no te importa.
- yo morí hace ocho años, no he convivido con nadie en todo ese tiempo, solo quería conversar, el ala que buscas está en la zona h, estas en la zona b, adelante hay un mapa, a unos 5 o 6 kilómetros, mas adelante por este mismo pasillo, suerte.
- ah…ah, gracias…yo…-noté que solo quería conversar con alguien, tal como me lo dijo, y fui algo grosero.
- no te preocupes, tengo demasiado tiempo de haber muerto, ya no recuerdo que es eso, me parece normal, veo muerte todos los días. Hasta luego.
No me atreví a detenerlo, sería demasiado torpe, y lo había ofendido sin que mi intención fuera esa, de nuevo me quede solo, por lo menos ahora sabía a dónde caminar.
Caminé 5 minutos reflexionando lo que me dijo Klark, ¡8 años aquí!, eso debería ser ya un infierno. ¿Qué clase de vida llevaría para merecer 8 años en el oxipodium? Según recordaba, yo no pequé tanto en vida, y estaba seguro que quien me enjuiciara entendería que eso de mi suicidio era un error, así que creí que no estaría tanto tiempo aquí.
Camino al mapa que me dijo Klark, le di importancia a lo que es el oxipodium, creí por primera vez en Dios, después de todo tenía ahora que creer en la vida después de la muerte. Empecé a reflexionar sobre lo que me parecía un sueño, pero que inevitablemente, estuviera vivo o no, de todas formas lo tendría que afrontar, tarde o temprano.
A este pensamiento le siguió uno que me llenó de terror: siempre e creído que no puede existir el bien sin el mal, y si creía en Dios, tenía que creer en el demonio, ¿y si a causa de mi suicidio me mandaban al infierno? Limpié mi culpa pensando en lo que antes había pensado acerca de mi juicio, eso me alivió un poco la culpa, aunque…
Me senté en una banca que había en una pequeña plaza dentro del oxipodium, cabe recalcar que dentro de este, no se podía ver el cielo, de hecho, era un poco extraño, no era tan místico como siempre lo imaginamos cuando estamos vivos.
El piso del oxipodium era demasiado blanco, demasiado pulcro, demasiado irreal. Como siempre la gente que caminaba a su alrededor, no le daba importancia a lo que lo rodea. Los observé durante un instante, miré como caminaban todos juntos, pero todos solos, nadie hablaba con nadie. Todos ignoraban, todos egoístas, todos fríos, preocupándose solo por sí mismos y nadie más, me llené de pánico, y no porque la escena me pareciera extraña, sino todo lo contrario, era una ya tan común, de la que nunca me había percatad; siempre los humanos caminamos así, ignorando a los demás, egoístas, siendo nuestro único medio de comunicación la hipocresía, usando solo a quienes necesitamos, y si ya no los necesitamos, los dejamos. Y es cierto, la gente que nos rodea está ahí para complacer nuestra necesidad de compañía, para salvarnos de la locura de la soledad, porque aunque digamos que no nos gusta la hipocresía, la necesitamos, siempre terminamos hablando o necesitando de alguien que nos desagrada, pero que al fin de cuentas necesitamos de ellos. Nuestros amigos son nuestros amigos por conveniencia y no por gusto, necesitamos quien nos acompañe y nos haga sentir mejor con nosotros mismos, somos unas bestias egoístas , algunos complacen sus egos ayudando a los demás y se hacen llamar “caritativos”, pero es su ego y necesidad de bienestar la que realmente buscan complacer.
Después de reflexionar y caer en la cuenta de que era un gran hipócrita y pensar en las personas que dañé por ello, me sentí mejor y peor a la vez, mejor al entender que la hipocresía es una necesidad humana así como el ego, aunque en cada uno se presenta en distintas magnitudes, pero siempre está ahí, y me sentí peor al darme cuenta por primera vez en mi vida que sí necesitaba de quien me rodeara, necesitaba de mi novia, mis amigos, estaba solo, incluso desee que ahí estuviera Klark.

martes, 5 de abril de 2011

diles que esperaré sentado

La ventana arde en mentiras provenientes del sol, su poder me empapa, y empaña mi ventana, sus palabras no me dejan ver afuera, escucho su voz, el dice lo que los demás piensan, pero él no sabe lo que los demás piensan. Entonces ¿Por qué hago más caso de lo que dice el solo de lo que dicen tus labios? Mi ventana está empañada, no puedo siquiera ver. Madre, diles que no veo más, madre, diles que lo intenté, madre diles que no se decepcionen de mí, madre, diles que morí amando, diles que busqué la verdad, pero ella huyó de mí, y me es difícil alcanzarle a donde va, cuando no sé ni a donde voy yo, madre, diles que luche por conseguir ese objetivo, que el objetivo se negó a ser alcanzado, y las mentiras me empezaron a satisfacer, nunca conocí la otra versión de los hechos, la real, pero las mentiras por lo menos me hacen descansar. Diles madre, que ahora quiero descansar.