jueves, 27 de junio de 2013

Te quiero

El estaba ahí, sentado y tratando de escribir algo especial para ella, y aunque ella no lo necesitaba, él no podría dormir tranquilo mientras no lo hiciera. Ella dormía en un lugar, algo alejado de donde estaba él, pero no importaba porque ambos miraban la misma luna, ella en sueños, y él en sus ojos, pero ambos la misma luna. Podía desvelarse toda la noche tratando de escribirle la historia perfecta, podía no dormir, no le importaba, de nada le importaba dormir si no era con ella con quién soñaba y entre sus brazos donde estaba. Una, dos, tres, mil, millones de estrellas había interrogado pero ninguna había visto antes sus ojos, era irónico porque él juraba que sus ojos en algún momento de su existencia debieron ser estrellas, y sus pecas constelaciones, y sus labios agujeros negros, porque era difícil evitar ser atrapado por ellos. Pero el universo no la conocía, no había estrellas tan hermosas, ni planetas tan vivos, ni alfo que se le pudiera parecer, así que dejó de buscar en el espacio a quién preguntar sobre ella. Entonces tocó el turno de preguntar adentro. Preguntó al corazón si algo sabía de ella y dijo que no, era irónico, pues el juraba que alguna relación debían de tener su corazón y ella, pues él latía con más fuerza cuando ella estaba cerca. Preguntó a su mente y esta dijo que no la conocía, que no importaba el sueño más hermoso que tratara de recordar, porque no era lo suficiente para acercarse a lo hermoso de ella. Preguntó a sus oídos y estos no recordaron ni en mil canciones haber escuchado notas tan perfectas, preguntó a sus manos y no recordaban piel tan suave, preguntó a su olfato y no recordó aroma tan dulce, se preguntó a sí mismo y no recordó ni siquiera qué hora era. Se frustró pues nuestro amigo escritor, bajó la pluma, dio un respiro y apartó la silla del escritorio, esta noche se iría sin escribir nada. Se alistó para dormir, confundido porque no encontró palabras que pudieran describir lo que pensaba…mas en el último instante, cuando estaba por darse por vencido recordó algo, se puso de pie, fue al escritorio, tomó un bolígrafo y una hoja de papel y escribió lo que realmente sentía, lo que importaba, lo que ella quería oír, después se fue a dormir con un papel entre manos y una sola línea escrita en ella: Te quiero.