El estaba ahí, sentado y tratando de escribir algo especial
para ella, y aunque ella no lo necesitaba, él no podría dormir tranquilo
mientras no lo hiciera. Ella dormía en un lugar, algo alejado de donde estaba
él, pero no importaba porque ambos miraban la misma luna, ella en sueños, y él
en sus ojos, pero ambos la misma luna. Podía desvelarse toda la noche tratando
de escribirle la historia perfecta, podía no dormir, no le importaba, de nada le
importaba dormir si no era con ella con quién soñaba y entre sus brazos donde
estaba. Una, dos, tres, mil, millones de estrellas había interrogado pero
ninguna había visto antes sus ojos, era irónico porque él juraba que sus ojos
en algún momento de su existencia debieron ser estrellas, y sus pecas
constelaciones, y sus labios agujeros negros, porque era difícil evitar ser
atrapado por ellos. Pero el universo no la conocía, no había estrellas tan
hermosas, ni planetas tan vivos, ni alfo que se le pudiera parecer, así que
dejó de buscar en el espacio a quién preguntar sobre ella. Entonces tocó el
turno de preguntar adentro. Preguntó al corazón si algo sabía de ella y dijo
que no, era irónico, pues el juraba que alguna relación debían de tener su
corazón y ella, pues él latía con más fuerza cuando ella estaba cerca. Preguntó
a su mente y esta dijo que no la conocía, que no importaba el sueño más hermoso
que tratara de recordar, porque no era lo suficiente para acercarse a lo
hermoso de ella. Preguntó a sus oídos y estos no recordaron ni en mil canciones
haber escuchado notas tan perfectas, preguntó a sus manos y no recordaban piel
tan suave, preguntó a su olfato y no recordó aroma tan dulce, se preguntó a sí
mismo y no recordó ni siquiera qué hora era. Se frustró pues nuestro amigo
escritor, bajó la pluma, dio un respiro y apartó la silla del escritorio, esta
noche se iría sin escribir nada. Se alistó para dormir, confundido porque no
encontró palabras que pudieran describir lo que pensaba…mas en el último
instante, cuando estaba por darse por vencido recordó algo, se puso de pie, fue
al escritorio, tomó un bolígrafo y una hoja de papel y escribió lo que
realmente sentía, lo que importaba, lo que ella quería oír, después se fue a
dormir con un papel entre manos y una sola línea escrita en ella: Te quiero.