domingo, 19 de mayo de 2013

Ella, ella y él


Caminaba de la mano de una y de los ojos de otra, caminaba sabiendo bien lo que quería o lo que tenía, sabía que no era lo mismo, sabía que quería lo que tenía y quería tener lo que veía. Ella, la primera, la que a la distancia solo miraba en silencio, se preguntaba una y mil cosas, todas inciertas porque eran tan solo el producto de la imaginación de él tratando de escrudiñar en la mirada de ella para llegar al corazón, podía porfiar toda la tarde en esos pensamientos, enclenque su espíritu tarde que temprano decaería y sabría que no sabía nada, nada más que quería estar con una, estaba con otra, pero a ambas las quería. ¿Y qué ley se lo prohibía? Si a una la dejaba en el anonimato y a la otra en la felicidad menester que su existencia demandaba. Cuando ella la abrazaba, sentía pues los brazos de la otra, mohíno le recitaba poemas que no eran para ella, fementido de conseguir lo que quería solo quería amar, a lo que fuera que pudiera en su mente creer que era ella. Se dejaba domeñar de sus impulsos y conducir sus palabras por el deseo, el deseo de no estar solo. Ella, la segunda, feliz, incauta, incrédula, increíble. Era la perfección del cielo en manifiesto de lo que el humano podía llamar una mujer. Cuando él se sentía en sus labios, sabía que la vida era realmente vida y no la quería dejar escapar porque un día sin sus besos era un día sin…sus besos, porque en simplemente no tenían comparación ni siquiera poética. Y cuando la miraba en sus ojos sabía que el universo se escondía ahí, como las estrellas en sus pecas, como el mar en sus pensamientos, como la música en sus palabras, ella siempre sabía qué decir. Y cuando su mirada ya no alcanzaba a ver a la primera, simplemente se podía entregar completamente a la segunda la que de vez en cuando, con un poco de lujuria se convertía en la única. Nadie podría decir que él hacía mal, porque nadie sabía lo que hacía. Y a ninguna le importaba, porque la segunda no sabía de la existencia de la primera, y la primera no sabía ni de su propia existencia en esa historia.

sábado, 4 de mayo de 2013

quedarse


Un día me tatuaré tu nombre
en la piel de mi corazón
como lo tatué un día en mi mente
y se convirtió en mi adoración.
Te llevaré en mí eternamente
sin importar cuál sea mi camino
porque es tan cierto que soy un hombre
como que eres mi destino.

Te compondré ciertas estrofas
que confesarán en ligeras indirectas
la manera en que me transformas
en sonrisas predilectas.

En tu piel están escritos en braille
los secretos del universo
confiésamelos en cada tarde
de uno en uno, a diario solo un verso.

Un día contaremos las estrellas
con las pecas de tu espalda
y sabremos que todas ellas
son tan solo una mirada,
asombrada y acallada,
que nos ve hacer el amor
sin siquiera rozarnos
porque nos amamos con el corazón.