sábado, 3 de marzo de 2012

senderos de traision

-          Oye, oye, levántate… ¡levántate! teneos que ir al funeral.

-          No quiero ir- contesto irritado y me cubro el rostro con la almohada de nuevo.

-          No te lo pregunte, eres mi mejor amigo, debes estar ahí, debes acompañarme, por favor.

-          … - no contesto, espero 5 segundos, después movimiento brusco y mi cuerpo esta boca arriba, la cara descubierta,  ojos afectados por la luz y gesto arrugado consecuencia de lo mismo. Enderezo el torso,  miro alrededor buscando mis pantaloncillos.

Me levanto después del duro esfuerzo contra el magnetismo comúnmente ejercido por la cama hacia mi adormilado ser. Camino al baño, arrastro el paso muestra de la gran pereza y desanimo que me corroe. Llego al baño y me paro frente al espejo.

-          Mírate… ¿ya te miraste?

-          No idiota, tener los ojos abiertos y estar parado frente al espejo, de ninguna manera significa que me esté mirando, demonios – sí, estoy enfadado y sin ánimos, a nadie le gusta ir a un funeral.

-          Anda, no pierdas el tiempo, metete a la ducha.

-          ¿me estas mandando?

-          Si, definitivamente –me dice muy tranquilamente –en el estado en el que estás eres incapaz de hacer algo solo. ¡Mira tus ojeras! –señala con sus dedos mi rostro, casi a punto de tocarlo.

-          ¡deja! –le sujeto de la muñeca y alejo s mano de mi –no me toques –apoyo las manos en el lavabo, para verme más de cerca.

-          Te ves espantoso, un buen baño puede mejorar eso –sonríe al decir lo ultimo

-          Supongo que esperas que eso me anime a balarme, ¿verdad?

-          Hazlo ya

El agua esta fría, pero ya estoy adentro así que ahí me quedo, uno, dos, tres, cuatro minutos son suficientes bajo el agua fría, sin hacer nada.

-          ¡haz algo! No te puedes quedar bajo el agua así como así

-          ¡coño! ¡para empezar si puedo, para continuar tú no deberías estar en mi ducha!

-          Puedo estar donde quiera –sonríe burlonamente, como su costumbre le indica

Me rasuro, parece no estar ahí mientras hago eso, todo es silencio. Peinarme, vestirme, arreglarme, y convertirme en la imagen de un hombre cuyo rostro hace tiempo no veía. Era yo…bañado, limpio y fresco, listo para el funeral.

Listo para partir a la fiesta de las almas necias.  Arranco mi auto, el no está dentro, y no pienso esperarlo, ya encontrara como irse, no podría faltar al funeral. Enciendo mi cigarrillo, la radio y un poco de buena música.

-          Take my hand! We’re off to never never land! -Me pega un susto, es el cantando en el asiento trasero.

-          ¡demonios! ¿Cómo llegaste aquí?

-          ¿importa? Estoy aquí, eso es lo importante –contesta jugando mientras con un cubo de rubik en sus manos.

-          Haz de estar feliz, vamos camino al dichoso funeral –menciono con tono irónico.

-          Definitivamente, era lo que quería –arroja el cubo al asiento y mira por la ventanilla.

-          Guarda silencio el resto del camino, ¿quieres?

-          Empiezo ya –cerro los ojos con cierta alegría, como un niño sonriente sin saber siquiera de qué.

Llegamos, bajamos del auto, no sin antes cuestionarle como me veía, el dijo que bien –no importa cómo te veas tu, más de lo que importa cómo me vea yo –señaló. –Tienes razón- contesté.

Seguía con el cubo de rubik en la mano, como si no le importase lo que la gente pudiera pensar. Armaba y desarmaba una vez cada vez, de nuevo, de nuevo. Recorrimos el jardín del velatorio, entramos al edificio, una casa vieja y debidamente conservada, grande y lujosa para el uso que se le daba. Inmediatamente me sentí mal. Tanta depresión en un solo lugar, ¿a quién no es capaz de ahogar? Entramos a la sala donde nuestro querido amigo descansaba. Saludé a su madre, le di el pésame con un fuerte abrazo, un lo siento y toda cosa que de todo corazón pude ofrecer a esa señora de mediana edad, y también de estatura. No hice lo mismo con el padre, a quien nunca le agradé, y él nunca me agradó. Dos palmadas al mismo tiempo el y yo, ¿existe mayor muestra de hipocresía que ese ligero acto?

Llegué al ataúd, allí estaba él.  Frio, serio, muerto. Cosas que en vida nunca fue.

-          Era una gran persona –apareció a mi lado de repente- tenia futuro, era agradable, muy querido por la gente, mucha gente llora causa de esto ¿sabes?

-          No, no lo sé –y de verdad no lo sabía, pero mis ojos también estaban llenos de lágrimas en esos momentos.

-          ¿Por qué me asesinaste?

-          … -no pude contestar esa pregunta, un nudo en mi garganta me asilenció. Cubrí mi rostro con mis manos, ambas como si me abrazaran para ayudarme a contener el llanto.

-          Nunca imaginé que hicieras eso –me sujetó del hombro –no esperaba eso de mi mejor amigo, ven.

Me abrazó y sacó de esa sala, nos sentamos en alguna banca del jardín del lugar, yo miraba al frente, el jugaba a rubik.

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