jueves, 11 de octubre de 2012

así



Y los tres en escena se encontraban consternados, cada uno muy a su manera, pero consternados. Y le limpiaba, una y otra vez esperando con todo el corazón fuera la última vez que le tenía que limpiar. Pero seguía y seguía brotando, parecía que nunca iba a terminar. “¿Viste? ¿Ya viste lo que hiciste?” le gritaba una y otra vez, y no contestaba, mientras tanto se volvía a limpiar la sangre, pero volvía a brotar mas. Entonces levantaba la mirada esperando que cualquier persona, alguien que les pudiera ayudar pasara por ahí, ¿Pero quién demonios anda por la calle a esas horas, con ese peligro? Le gritaba en el oído como creyendo que aun le escuchaba, le gritaba “mírame, mírame maldito perro, ¡mírame! ¡No te puedes ir así!” esperaba que de alguna parte sacara fuerzas para contestarle, pero no tenía fuerzas ni para respirar, pero mientras no se diera cuenta no importaba. Entonces el otro de pie dejó caer la navaja, empezó a entender lo que hizo, pero sin entender que hizo, simplemente se entero de lo que paso ante sus ojos y por su propia mano. “¿viste? ¿Ya viste lo que hiciste? Escuchaba una y otra vez como el cuestionario más cruel nunca llevado a cabo a su pequeña pero noble inteligencia, reducida pero siempre bien empleada por lo menos hasta ese día. Y no comprendía la agonía, no de aquel que en el suelo yacía ya sin decir palabra, sino del otro que gritaba y gritaba alborotando el orden y tranquilidad, posiblemente todo estaría mejor si no gritara tanto, pero necesitaba gritar. Entonces les miró y retrocedió dos pasos, luego tres, luego se echó a correr. Y escucho como esa voz amarga y desgarrada gritaba “mírame, mírame maldito perro, ¡mírame! ¡No te puedes ir así!” ¿Le gritaban a él? Y si así fuera que importaba si no pensaría siquiera en regresar, su intelecto no alcanzaba para tanto, se dejaba llevar solo por el instinto. Y el otro, el otro pobre, ¿Qué diablos podía hacer? Si ni moverse podía, apenas si respirar, apenas si manchar el suelo con la poca sangre que le quedaba. Entonces solo podía volar, ser libre instantáneamente y ver a sus mejores amigos gritarse el uno al otro, el otro regresando, y el viéndolos desde el aire, el otro acuchillando al otro, y al final los tres amigos de nuevo juntos, sin mas que gritar ni decir, maldito perro, al fin le podía escuchar.

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