sábado, 20 de abril de 2013

al universo


Podría morir cada día, él lo soportaría. Pero ¿qué pasaría con la duda? Con la incertidumbre…
Él estaba dispuesto a morir por respuestas, ella estaba dispuesta a callarlas, y él sabiendo que no las quería, aún las pedía y las exigía al universo, pero el universo en su único verso de composición, solo guardaba silencio. No liberaba de ningún augurio ese silencio constante en el que se mantenía, ni la obscuridad ni el hambre, esa hambre que le atormentaba cada vez que le veía, no importaba si su estomago estaba lleno de mariposas, que de todas formas tenía hambre de más, de amor, tan si quiera de paz. Él reconocía con todo su delirio que alguna vez se prometió a sí mismo que no volvería a caer en aquel error, en esa tentación, pero lo que el hombre espera no es necesariamente aquello que llegará a suceder. El universo no se alineaba a lo que él quería, él no quería al universo y el universo no lo quería a él, por lo menos alguien le correspondía.
Y podría mirar el teléfono y sentir las ganas de conectarse a ella a través aunque sea de la línea telefónica, aunque sea ya no a través del universo, tan solo por la línea telefónica. Pero ella no tenía tiempo, ella ya tenía lo que necesitaba, quién sabe que fuera, pero lo tenía y muy a pesar de lo que quisiera, eso no le incluía a él. Perdía su visión en las paredes del horizonte y sabía que por mucho que caminara, no llegaría a ese lugar donde se esconden las respuestas. Tal vez ni siquiera existían. No sabía lo que esperaba, pero lo hacía, no en el tiempo, sino en la eternidad, el tiempo y él nunca se llevaron bien, siempre prefirió la eternidad donde nada importa porque nada se va y nada viene, simplemente se está. Él quería estar con ella, ella…quién sabe qué quería.

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