lunes, 14 de marzo de 2011

laberintos mentales

Debía esperar a la entrada de esa casa durante…no se cuanto tiempo, antes de que ella saliera, abriera y me viera a los ojos para así poder sonreír después de tan frustrantes días.
Un largo camino a recorrer de donde yo estaba a donde estaba ella, por eso decidía esperar. Pero…de repente, esperar se volvió absurdo, desesperante, agobiante. Amar…amar se volvió un martirio, si, la pasión se volvió martirio, la espera muerte, el calor frio, y yo, yo me volví un simple hombre enamorado, que esperaba, aguardaba fielmente el momento en que su amada apareciera, mas parecía que ella no regresaría.
¿y qué me quedaba por hacer? ¿Acaso alguien tiene el valor, la incredibilidad de llamarme culpable? ¿Egoísta es una manera de referirse a mí, cuando descubres que la espera no termina? Vi su foto por última vez, apreté la rosa en mi mano, clave sus espinas en mi palma como sus últimas palabras en mi corazón…un “te lo prometo” que de promesa nunca paso.
Di media vuelta, creí que ella se decepcionaría si algún día salía y descubría que fui incapaz de esperar, pero no podía más. Mas el aire no estaba de acuerdo, la vida no estaba de acuerdo, nadie lo estaba, ni siquiera mi dolido corazón, pues todas estas cosas, cada una se puso en mi camino, estaban dispuestos a no dejarme marchar de esa puerta. El aire me arrebato la foto de ella, y yo no estaba dispuesto a perder esa imagen, la única que me mantenía fiel a la esperanza, corrí tras de ella, ella corrió tras de mi amada, paso por la puerta principal, entro al jardín, al laberinto de confusiones y yo solo me limité a seguirlo.
La alcance, y al tomarla estaba justo a la entrada del laberinto, miré hacia su interior, y vi la silueta de ella, difuminada entre una espesa niebla y el verde de los arbustos que conformaban los muros del laberinto. Mi alma de alguna manera encontró en esa pálida, pero real imagen fuerzas para latir, corrí hacia ella, pero de alguna parte de la niebla aparecieron unas extrañas sombras, y se la llevaron, ella no hizo nada por defenderse, entendí que esas sombras la tenían prisionera, y no le dejaría morir en el interior del laberinto.

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